Un vestido femenino que, con artesana sabiduría, logre resaltar las gracias y encantos de la que lo lleva puesto no es un producto de mal gusto; pero sí lo es si fuerza la atención del que lo mira sobre determinados aspectos más vistosos de la persona, porque entonces desequilibra su personalidad, reduciendo a la mujer a un simple soporte de un aspecto físico particular; y creo que ninguna chica estaría feliz con la idea de ser vista como objeto.
filólogo Umberto Eco
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